La rica fauna de la fachaesfera

El patriotero.

El patriotero es una versión expandida del prosaico, y por ello abundante, “homo tribales”. Versión expandida por cuanto, en sus veleidades y visceralidades, el patriotero añade la devoción al terruño y al clan familiar, propios del “homo tribales”, su sometimiento físico y anímico al estado nación moderno surgido en Europa entre los siglos XIV y XV.

Como buen fan, hincha o entusiasta (como prefieran) que se precie, el patriotero no pierde oportunidad para ondear su bandera al viento, enmarcarla en su muñeca por medio de una pulserita o desplegarla en su balcón. En cuanto observa sus colores le entra la fiebre de agruparse entre sus iguales, pues, como se sabe, el gregarismo es el principio de la idiotez; así es como el ardor guerrero se transmite a sus venas directo al cerebelo (que no cerebro, ya que eso sería decir mucho).

De ese exclusivismo de grupo nacen los nacionalismos de todo signo y pelaje. Por más que quiera maquillarse como progresista y ser adoptado y amamantado por movimientos de izquierda, el nacionalismo no representa otra cosa que la pulsión xenófoba y excluyente de la derecha más cerril. La izquierda es internacionalista o no es.

El nacionalismo siempre se construye en oposición al otro (siente una alergia total por la otredad), generalmente un nacionalismo de signo contrario que se constituye en la otra cara de la moneda, o bien su antagonismo se establece contra un estado nación opresor que funciona con el mismo combustible de quienes, negándose a ser asimilados, se oponen a un pretendido programa, real o no, de homogeneización.

Varias son las cuestiones que se le pueden reprochar al patriotero, cuestiones que tienen que ver con la superficialidad de sus pulsiones y argumentos. Por ejemplo, poner por encima de la sociedad la entelequia de la nación, representada por los colores sacrosantos de una bandera. La sociedad a la que pertenece el patriotero debería ser más importante que sus lances argumentativos en defensa de Dios sabe qué. Defender la patria por intermediación de un trapo, sin respaldar con el mismo ahínco un sistema de salud universal, la educación pública de calidad o el pago de impuestos por parte de las mismas élites que exhortan al patriotero en sus impulsos y delirios, debería ser penado por ley.

En su reducido universo el patriotero no relaciona la importancia de preservar el paisaje y la naturaleza que lo habita, la verdadera patria de todos nosotros. Como rubricaría cualquier humanista, ambientalista o persona decente, la defensa de un país empieza por la protección de su fauna y flora. Pero esos son temas incomprensibles para cualquier patriota de postín, con ese mundo tan reducido a cuestas. Como diría el gran Julio Anguita: “Nunca he visto a los supuestos ‘patriotas’ sacar las banderas para pedir pan, trabajo y dignidad. Así que no, no eres facha por tener la bandera. Lo eres porque tu país sólo es la bandera y el himno. Tu ‘gran nación’ cabe en una caja de zapatos».

Palabras y conceptos más utilizados por el patriotero: Unidad nacional. El desmembramiento del territorio, del que no se ha preocupado en saber gran cosa, es la peor pesadilla del patriotero ¡España se rompe! Para preservar dicha unidad, aplaudirá sin tapujos la dictadura más atroz, aunque ésta deje a miles de sus compatriotas enterrados en las cunetas.

La unidad nacional no sólo es una cuestión geográfica, también es mental. El patriotero, en su limitación cognitiva, tan sólo es capaz de concebir un modelo de paisanaje, por lo que aquello de una nación una cultura, con todo lo que implica en cuanto a suprimir la diversidad lingüística, adquiere en su mente la condición de mandato divino. Para un patriotero patrio, valga la redundancia, solo hay una forma de ser español: profesar la religión católica y votar a la derecha. Los demás, hablando en castizo, ¡a chupar cunetas!  

Libro recomendado: “Contra los nacionalismos”, de Josep María Colomer. Todo nacionalismo difunde una noción metafísica de identidad, usa un lenguaje ritual no comunicable, enarbola unos signos de identificación mítica de grupo y encuentra en el enfrentamiento con «otro» nacionalismo su mecanismo fundamental de autoafirmación.       

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